HISTORIA CON FINAL ( I parte)
Cuando M encontró a C
M estaba ya cansado de bucear en los perfiles de un portal de contactos gays sin encontrar nada que le pareciera mínimamente interesante. Estaba a punto de irse a lavar la ropa, cuando de repente vio algo que le llamó la atención, le pareció reconocer la cara de un muchacho, no sabía de qué, y como suponía que esa idea le iba a estar rondando por la cabeza todo el día, se decidió a mandarle un mensaje, un simple "muy guapo". M no tenía esperanzas de que le contestara, más que nada porque el chico en cuestión era demasiado mono, sus fotos estaban especialmente cuidadas. Tenía 23 años, moreno, de ojos verdes y boca carnosa y extraña, con un ligero color rosado en las mejillas que le hacía adoptar un falso aire inocente. Sin esperar nada, M cerró el ordenador y se dispuso a realizar tareas de la casa que últimamente tenía muy abandonada.
Cuando volvió en un par de horas, tenía dos mensajes, el segundo era del chico guapo e inesperado y decía "de eso se trata, no?". M, no entendió muy bien qué quería decir con eso, pero como estaba realmente emocionado con la simple respuesta y como aún no sabía de qué lo podía conocer, le mando su dirección de msn. Pasado un minuto, el muchacho le había agregado y le había abierto una ventana con un simple "hola". Se llamaba C.
M y C estuvieron hablando un par de horas. M se hacía el interesante y C el inofensivo. C, era estudiante de psicología y peluquero y se había comprado un loft en su pueblo que le daban en 4 meses. M miraba las fotos del muchacho incrédulo, seguía pensando que era demasiado guapo para él y empezó a tantearle para ver dónde lo había visto antes. La conclusión fue que aparecía en un par de spots de publicidad en televisión, lo que de una forma absurda aumentó su caché. C abrió la cam de M, vio su grano en la frente y le pareció adorable, le gustó aún más pero se tenía que ir, así que decidieron seguir hablando más adelante y planear un próxima cita.
A las 22:00 horas, ambos se conectaron de nuevo y siguieron charlando. Los papeles se tornaron, ahora C vacilaba son un gran desparpajo a M, que sacó a relucir una inocencia poco habitual en alguien de su edad y ahí fue cuando cayó rendido. Jugaron durante horas al gato y al ratón, hablaron de cosas serias e intrascendentes y alcanzada la madrugada C decidió irse a dormir. M no estaba por la labor de dejarle marchar, así que en un intento desesperado le dio su número de teléfono, y cual fue su sorpresa cuando C le respondió con el suyo y con una sugerencia de que le llamara.
M escuchó la voz de C, era dulce, joven, nervisosa, desconfiada y con algo de pluma. M, que hasta ese momento se había sentido indefenso, al escuchar a su interlocutor se creció y sacó su voz más engolada y profesional, con un ligero acento que lo hacía mucho más interesante. C cayó rendido y titubeaba, la conversación fue por derroteros de todo tipo, pero C continuamente esperaba que M sacara un tema y éste sabía que C estaba espectante y no lo sacó para que fuera el muchacho el que se lanzara, el sexo. C jugaba todo el rato a nadar y guardar la ropa y M, que era perro viejo, sabía que en el momento en que se pusiera a su disposición había perdido su oportunidad, así que fue fuerte y se mantuvo en su digna posición de hombre vivido. Tras darle muchas vueltas a la rotonda, C sugirió a M que fuera a verle en ese instante pero luego se arrepintió y pensó mejor quedaban la semana siguiente y se tomaban un café porque había algo entre ellos que una visita nocturna podía estropear. M le dijo que si fuera por él le veía en ese mismo momento, que tal y como funcionan las cosas, en una semana sin verse ni hablarse se habrían olvidado el uno al otro, así que cuando estaban a punto de despedirse, C no pudo evitar pedirle que fuera a verle. Todo era tan redondo, que M aceptó sin dudar, colgó el móvil después de dos horas de conversación, se vistió lo más rápido que pudo y cogió su coche en una noche lluviosa y fría.
C vivía a las afueras de Madrid, en una de estas ciudades dormitorio tristes y desangeladas, al lado de un enorme polígono comercial. Eran las 2 de la mañana, M conducía nervioso, fumando sin parar y como era torpe y no se ubicaba bien se perdió un par de veces por las calles de aquel lugar inhóspito. Cuando por fin encontró su destino, aparcó el coche y llamó por teléfono a C, que le indicó como llegar a su casa y le abrió el portal. M subió hasta el sexto piso en el ascensor mirándose al espejo inseguro.
C abrió la puerta de su piso a M y ambos se vieron...