¿CASUALIDAD O DESTINO?
Hace algunos años, tenía yo una relación a distancia que se mantenía con mucho amor por mi parte. Fue en los comienzos del nuevo milenio cuando mis amigas Nuria, Isa y yo, influenciados por Jordi Labanda y Sex & The City, nos propusimos descubrir los sitos más glamourosos de la noche madrileña. Así llegamos a Goldfield, que en aquel momento tenía entre sus propietarios a Paz Vega. Durante un par de años nos convertimos en asiduos del local, por el que deambulaba lo más granado del mundillo artístico de la capital.
En una de esas noches inolvidables, estaba yo con Esther cuando desde la zona VIP, que por aquel entonces se encontraba en una especie de balcón, un chico nos llamó entre gritos y gestos. Nos invitó a una fiesta de cumpleaños con tarta, champagne y algún que otro actor de moda algo más que borracho. El muchacho en cuestión resultó ser el ayudante personal y jefe de prensa de un famosísimo director de cine y su intención al invitarnos no era otra que llevarme al huerto. Estuvimos hablando durante mucho tiempo y coqueteando durante algo menos, pero en aquella época yo era muy mojigato y tenía un novio, así que ni siquiera las luces de la farándula me hicieron sucumbir. Pasada aquella noche, lo volví a ver algunas veces, mi relación se fue al traste y me arrepentí de no haber pasado a mayores en aquel momento.
Casualidades de la vida, hace unos días lo vi por gaydar y le mandé un mensaje. Está bastante más delgado y atractivo. Como a tantos otros mi msn le acogió puesto que su curiosidad hacia mi era inevitable, él no me recordaba, ni si quiera aquellos hechos y su ego debió subir como la espuma cuando se lo conté. Mantuvimos una primera conversación en la que mostramos nuestras circunstancias actuales, él ahora tiene otra profesión mucho más intelectual e interesante, yo sigo en lo mismo que entonces, no sé qué habré hecho mal o qué no habré hecho. La conclusión que saqué de sus palabras fue que era un poco sobrado, uno de estos modernos de aire anoréxico que miran con ligero desdén a los que no sienten de su club. Una cordial despedida fue el broche con el que yo di por cerrado aquel capítulo.
Pero ayer, estaba yo agotado intentando no sucumbir al sueño tras un madrugón de los que hacen época y una resaca de mil demonios, cuando de repente me saludó. Tirando de la manta, entre coqueteos algo burdos, llegamos a la conclusión de que nuestras vidas tienen más conexiones de las que en un principio suponíamos y que la casualidad nos rodea de tal forma que empieza a confundirse con el destino. Mis ojos se abrieron de par en par cuando para mi sorpresa me pidió el teléfono y más aún cuando oí la horrible sintonía de Fama que tengo puesta en estos momentos. Al principio la voz me titubeo pero después saqué mis dotes profesionales. Mantuvimos una charla divertida, muy natural, como dos personas que se conocen de hace tiempo y que tienen la suficiente confianza como para hablar pisándose y picándose. Me invitó a ir con él a una discoteca esa noche pero yo recliné el ofrecimiento poniendo como excusa mi elevado cansancio. Después de haber pasado algunos minutos tras colgar el teléfono, me volvió a llamar con la excusa de que le buscara cierta información en internet, me volvió a invitar y yo volví a declinar la oferta. Le dije que me invitara a tomar café otro día y lo dio por hecho y tras una sonrisa telefónica colgamos de nuevo.
Realmente se me llevaban los demonios porque mi cabeza quería ir a esa discoteca, sobre todo después de enterarme que Isa iba a ir con mi ex (sí, aquel por el que el día que lo conocí no me enrrollé con él, lo que me supuso un ataque de celos de los que hacía mucho tiempo que no tenía), pero mi cuerpo se sentía completamente incapacitado... He de deciros que volví a tener noticias suyas esa noche, que al final no fue a la fiesta, que me dijo que si yo hubiese ido él también, que hoy hemos vuelto a hablar y que no sé qué pensará de esto, porque se empeña en tener cierto aire de estar un poco de vuelta de todo, pero yo me siento empujado hacia él desde aquel día en que le rechacé. Desde ayer, mantengo con él una curiosa ciberamistad que nunca se sabe en qué podrá terminar.
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