CONMIGO MISMO

Julio llegó antes que abril, pero con él no ha venido la primavera sino una lluvia inesperada y alguna gotas de sudor, que lo colocan donde debe estar, en las fugaces experiencias del verano. Aunque yo había depositado cierta ilusión en su llegada, en su sentido del humor y en su agilidad mental y aunque el sexo fue bueno, algo animal, algo sucio y extenuante, no me ha atrapado del todo como yo esperaba porque lo que yo espero va aún más allá y mi corazón, que se había abierto unos milímetros para dejar entrar el olor de un posible amor, se ha vuelto a cerrar de nuevo. No sé dónde está el fallo exáctamente, no sé si es que mi convicción se ha hecho tan fuerte que nada podrá penetrar de nuevo en mi vida con aire romántico o que la experiencia hace que ningún candidato esté a la altura. Está claro que he aprendido a ejercer cierto control sobre mis sentimientos y que, aunque juego a policías y ladrones con ellos, sé como mantenerlos encerrados y no dejarlos volar por ahí como los locos para que se posen en el hombro del primero que quiera agarrarlos.
Supongo que sentirme feliz, a gusto, pleno, satisfecho, autosuficiente y tranquilo hace que no necesite el calor de un mes de verano abrazándome y supongo que no tener más capítulos descargados de Anatomía de Grey para ver, da una tregua a mi cerebro de géminis pizpireto y juguetón. Si algo bueno tiene la paz interior es que la impaciencia no te juega malas pasadas y puedes permitirte el lujo de no tener que esperar que lo mejor te llegue porque ya lo tienes, lo mejor soy yo conmigo mismo.
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