02 abril 2007

NUDO

El sábado por la noche, sobre las 5 de la madrugada, salimos del Elástico Isa, Esther, Katy y yo, mis primeras palabras, tras abandonar la más moderna de las salas nocturnas madrileñas al dejar de escuchar el zumbido de la música y respirar la primera bocanada de aire, fueron "es él".

Hoy iba a relatar cómo el sábado de forma (nuevamente) casual conocí en persona a J. Iba a expresar la naturalidad, bañada con algunas copas, con la que me me enfrenté a la situación, la sensación de conocerle de toda la vida desde el primer instante, la ausencia de nervios envuelto en ese ambiente de diseñadores y músicos de lo más trendy, la forma en que mis ojos sólo percibían su presencia viéndole disfrutar de la música con su particular y encantadora forma de moverse. Iba a contar lo realmente educado y cuidadoso, sin dejar de ser divertido, que fue conmigo, cómo estuvo pendiente de mi desde el principio y como se preocupó por que me sintiera integrado. A lo largo de los 5 años que han pasado desde la primera vez que lo vi, en cada ocasión en que el azar me lo ponía por delante, siempre tenía la sensación de que mi lugar estaba a su lado y que su mundo debería ser el mío y el sábado por la noche, esa sensación se hizo real, se materializó haciéndome subir en una peligrosa nube. Esa noche él se marchó con dos besos y un "mañana hablamos". Un cuarto de hora más tarde, las niñas y yo seguiamos sus pasos.
Desde ese momento se me ha agarrado un nudo en el estómago que no me deja respirar, que me presiona, me angustia y a la vez me hace sentirme muy vivo. Ayer chatee con él unos minutos antes de que tuviera que irme a trabajar. No había dormido prácticamente sumido es un estado de nerviosismo que me hizo dar más vueltas en la cama de lo acostumbrado. Tras los típicos saludos me dijo que le había parecido mucho más mono al natural que en las fotos, que había tenido la sensación de que íbamos a ser muy buenos amigos y que se podría haber enrollado conmigo pero que tras verme se dijo a sí mismo, a éste me gustaría conocerle. Sus palabras me resultaron positivas, de hecho me puse demasiado contento. Sin casi despedirme me di cuenta de que llegaba tarde a trabajar y salí pitando de casa, hiperventilando como si se me fueran a salir los pulmones del cuerpo.
Estuve feliz durante toda la tarde, llamando a unos y a otros para contar la experiencia y la sensación que se estaba acumulando en mi cuerpo. Pero poco a poco pasaban las horas y no tenía noticias suyas. Desde el principio he tenido la sensación de que a J. le gusta marcar el ritmo y temiendo a mi desatada impaciencia decidí dejar que sea él quien marque los pasos. Esto me deja en un lugar relativamente desafortunado, porque nunca fui de los que esperan y por ello desesperan. El teléfono no sonó.
Conforme conducía en dirección a Madrid, mi felicidad iba disminuyendo en la misma progresión que los kilómetros recorridos. Tenía la esperanza de que al llegar a casa estuviera conectado al msn, pero no fue así. Releí la conversación que había mantenido con él por la mañana con otros ojos y la comenté con mi oráculo zaragozano. Mi conclusión fue mucho más pesimista, como si su intención hasta cierto punto fuera decirme de forma indirecta que su interés por mi no iba a pasar de una bella amistad.
Me acosté tarde y mi cabeza no podía dejar de dar vueltas. Pensé que hoy si no tenía noticias suyas le llamaría y le propondría quedar para tomarnos algo. Pero cuando mis ojos luchaban con las legañas ante el primer café y la pantalla del ordenador, revisando su fotolog, he descubierto que se ha ido de vacaciones. Eso significa que no lo veré antes de una semana, demasiado tiempo para un ser excesivo e impaciente como yo, demasiado tiempo para que el miedo se me siga metiendo por los poros, para que el nudo en las tripas cada vez sea más fuerte (otros lo llamarían mariposas). Ahora recuerdo, por qué de una manera racional, yo no quería volver a enamorarme.

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