20 marzo 2007

CAMBIOS

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"A mi edad ya no se pueden proyectar parejas, relaciones o amistades. ¿Qué más quisiera yo? Sería un desahogo sentimental pavisoso, pero simpático, y yo ya no deseo ser simpático, ni deseo ser tratado con cariño, ni por ti ni por nadie. He regresado a la bendita inmadurez, ahora soy de verdad el hijo pródigo de Rilke, ya sé que no sabes de qué hablo, pero quédate con el cante. Yo soy el hombre que no quiere ser amado. No quise serlo nunca, y ahora menos todavía..."

Contra Natura, Álvaro Pombo
Estas palabras las dice un señor de 60 años y me da miedo porque me siento muy identificado con ellas cuando tengo la mitad de su edad. Lo más curioso de todo es que en este momento creo que me estoy enamorando, lo que hace que el verme reflejado en esas frases me aterre aún más y resulte a la vez ridículo y paradójico.
Me gusta sentir que el amor entra en mi vida aunque desde el principio sé que esto es algo que no va a ninguna parte. Me gustan las sensaciones que me provoca este sentimiento aunque mi visión de las relaciones sea la misma que la de un señor que me dobla la edad. Por no hablar de mi maldita tendencia a fijar mis ojos en personas que no me convienen, sé que esto no es algo extraordinario, que le pasa a mucha gente, pero creo que después de cuatro relaciones debería haber escarmentado. Probablemente se deba a que subsconcientemente no quiero una relación estable, véte tú a saber que diría Freud de esto.
De repente me sorprendo a mi mismo teniendo visiones románticas y me abruma. Imagino paseos por El Retiro con él agarrado de la mano y cenas en noches cálidas pero como esta historia no va a suceder, por no decir que ni siquiera creo que fuese correspondido, dejaré que este sentimiento se vaya apagando poco a poco y mientras lo viviré por si mismo. A esto se suma que desde hace un par de semanas se me ha despertado algo que creía que estaba muerto en mi, algo que nunca sentí y cuya idea de forma racional me espantaba, el instinto paternal. Aunque parezca increible quiero tener un hijo. La semana pasada se lo dije a una amiga y su respuesta fue una risa sarcástica y un "¿tú?", con lo que yo me quedé perplejo. Supongo que no doy imagen de padre pero estoy convencido de que lo haría realmente bien y de que psicológicamente estoy preparado para ello.
Este fin de semana vinieron mis amigos de Córdoba y, entre paseos comerciales por Fuencarral y la salida de marcha nocturna (en la que hemos triunfado como la Coca Cola), les comenté este nuevo cambio que se había obrado en mi. La primera reacción fue la perplejidad y posteriormente mi amiga Miriam me dijo, "tenlo conmigo". Curiosamente la reacción del respetable fue muy positiva ante tal idea. Yo quería proponérselo pero se me adelantó a la velocidad del rayo, así que tras darnos un tiempo de tregua para asentarnos económicamente y por si aparece alguien en su vida con quien le apetezca tenerlo, se abre una puerta en mi horizonte que me hace replantearme determinados aspectos de mi vida. Después de todo puede que sea el primero en darle un nieto a mi madre, seguro que fliparía con ello.

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