EL ZAPATO DE CRISTAL ABANDONADO

Hay gente que pregona continuamente que lo mejor es abrir la caja de las emociones y dejarse llevar por lo que te provocan. A mi las emociones me hacen daño y me gusta tenerlas encerradas en un cofre con una cerradura infranqueable porque cuando decido dejarlo de par en par acabo mal. La armadura del cinismo me sienta bien y hace que muchos se interesen por mi, pero cuando decido quitármela para ofrecerme tal cual soy, los demás no ven más que a un tipo normal y ciertamente indefenso que no provoca más entusiasmo que el que pueda causar cualquier ser gris.
Hoy sé que el Pez Gato nada por otras aguas, que sació su curiosidad y volvió a su cueva entre flores y la tranquilidad de lo ya conocido. Hoy me siento como Cenicienta después de baile, con la seguridad de que el príncipe sigue su camino, sin inmutarse ante el zapato de cristal que sigue abandonado en mitad de la pista de baile, donde un vals suena y él baila con otra princesa mientras yo miro vestido con harapos desde mi lejana ventana. Al menos ayer un amigo, me tentó lo suficiente como para que me comprara un modelo exclusivo de Adidas, así que tiraré el zapato de cristal que me queda, porque con uno solo no hago nada y tengo algo más que digno que ponerme en los pies.
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