RETAZOS DE BARCELONA

Me he quedado con las ganas de salir de noche por Barcelona, dos días de andar como los locos por las calles de la capital catalana hicieron que el cansancio lo impidiera. Al final, el viaje de cuatro días se quedó en prácticamente dos, es lo que tiene viajar en coche, que para los que no se quedaban en Madrid, sino que tenían que continuar hasta Córdoba, 12 horas de viaje eran demasiadas. Aún así, mi cuerpo aprovechó para bucear todo lo que pudo por los rincones de una ciudad cuya primera impresión fue la de ser un lugar ya conocido, dónde nada se me antojaba extraño, de una imperfecta perfección, dónde resulta prácticamente imposible perderse.
Me he quedado con las ganas de hacer turismo sexual, de la misma manera que uno prueba la comida autóctona en algún recóndito y coqueto restaurante o compra alguna prenda en una perdida tienda, es fundamental, para terminar de hacerse con el lugar en el que se encuentra, que cate el producto de la tierra. Mi impresión de la belleza masculina catalana ha sido algo decepcionante, de un minimalismo relativamente aburrido. Aunque teniendo en cuenta que mi viaje ha tenido lugar en unos días eminentemente turísticos, en los que los forateros lo abarrotaban todo (en Italia no debe haber italianos es Semana Santa) no me formaré una opinión firme a este respecto hasta que vuelva, que será pronto, antes de julio. Esos días los dedicaré a cansarme de noche y a terminar de descubrir una ciudad que ya me tenía enamorado en la distancia y con la que ahora, después del flechazo, pienso tener una relación tranquila, serena y duradera.