25 febrero 2009
Esta etapa acabó hace ya tiempo y no sé muy bien por qué hasta este momento no me he decidido a hacerlo patente. Poco queda ya de todo lo que durante dos años ha sido recogido en sus entradas. Soy de esos a los que tirar cosas a la basura siempre le dio cierta pena y por eso me resisto a cerrar definitivamente este lugar que durante mucho tiempo me ofreció muchas cosas, así que, como si de un espacio fantasma se tratase, como si fuera una botella de cristal con un mensaje lanzada a la inmensidad del mar la dejaré a la deriva por si algún navegante perdido la encuentra. Desde aquí me despido, comienzo andadura diferente con perspectiva diferente en otros lares, porque muchas cosas han pasado y uno ya no es el mismo. Ha sido todo un placer.
Att.
Juan Muriel
27 noviembre 2008
17 noviembre 2008
Sin reglas
Y eso es lo más chungo, que no hay reglas, que nadie te da un libro de instrucciones que te explique como actuar en cada momento y como comportarte ante cada persona, que nunca sabes si arriesgarte y probar esto o quedarte quieto y esperar aquello. Y una cosa parece que funciona y de repente una estupidez te hace creer que no, pero luego resulta que si y al día siguiente es que no y tú estás como un estúpido sin saber como reaccionar a la reacciones ajenas y sin saber si reaccionar es precisamente lo correcto. Los demás te dan consejos y, como no hay reglas, todos te parecen buenos, tanto uno como su contrario y al final la única conclusión que que no hay conclusión. Si eres de naturaleza tranquila-pasiva pues te quedas más ancho que largo, pero si c0jeas del pie de la impaciencia y la ansiedad, te dan por culo. Ay, empiezo a pensar que tengo demasiado tiempo libre y una cabeza muy grande donde caben demasiadas cosas para una sola. Cada día tengo más claro que mi mejor psicoanalista soy yo y mi diagnóstico es que estoy más loco que la Mosquera, aunque claro, a lo mejor por decir esto ahora va y resulta que obtengo la reacción contraria a la que esperaba o en el fondo espero que no haya reacción para seguir reconcomiéndome por dentro porque eso es lo que me pone. El que me entienda que me compre, a ver si hay alguien que tenga dinero.
13 noviembre 2008
Renuncia
Aún no lo entiendo, el tiempo pasa y sigo sin entenderlo, las experiencias se suceden, los momentos se repiten, las ocasiones se continúan y yo sigo sin entenderlo. Hay algo en mi, algo que se niega a aceptar que he de renunciar, una esperanza desalentadora que más que ayudarme a continuar me frustra bruscamente, me ahoga más que me empuja a respirar. Empiezo a tener claro que el momento de la renuncia está cerca, pero no puedo evitar pensar que dejarle entrar en mi vida sería dar paso a la muerte, y ahí viene la disyuntiva entre aceptar la defunción o dejar que el nudo que me provoca la esperanza me siga ahogando. Y mientras me decido, sólo me queda poner una sonrisa para los demás porque ellos en el fondo no tienen la culpa.
11 noviembre 2008
Paciencia
Según la página web de la Real Academia de la Lengua éstas son las cuatro primeras acepciones de Paciencia:
(Del lat. patientĭa).
1. f. Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse.
2. f. Capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas.
3. f. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho.
4. f. Lentitud para hacer algo.
1. f. Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse.
2. f. Capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas.
3. f. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho.
4. f. Lentitud para hacer algo.
Y después de leerlas con paciencia, una por una, poco a poco, he llegado a la conclusión de que paciencia es una cualidad que no poseo. Porque no soy capaz de padecer o soportar algo sin alterarme, aunque esa alteración sólo sea interior, sin que los demás la perciban. Porque me retuerzo cada vez que tengo que hacer cosas pesadas o minuciosas, los nervios se me desquician y me dan ganas de fumarme mil cigarrillos seguidos y salir a gritar por el balcón. Porque nunca he servido para hacer nada lentamente, la lentitud es cosa de tortugas y me da a mi que yo soy más liebre, aunque no lo parezca. Y sobre todo, sobre todo, porque no sé esperar cuando deseo algo mucho, porque cuando se desea algo mucho uno quiere que sea ya y ahora, porque nadie te da garantías de que vaya a suceder, porque siempre se puede aplazar o simplemente desmontar, porque algo que uno no puede controlar, que depende de otro, siempre juega en su contra.
Aún así, parece ser que una persona paciente está mejor valorada que una persona impaciente porque la paciencia otorga una imagen de persona serena, que sabe lo que quiere, que no se altera ante situaciones difíciles, que tiene más cosas en la cabeza en las que pensar, que tiene vida más allá de lo que desea y no se agarra a ello cual clavo ardiendo. Pero claro el que espera desespera más que nada porque uno no sabe cuando llegará el momento, incluso si ese momento llegará y aceptar que lo deseado pasó después de mucha espera más que frustrante es doloroso. Y mientras yo estoy como Penélope, con su bolso de piel marrón y sus zapatos de tacón y su vestido de domingo.
03 noviembre 2008
14 octubre 2008
No hay comienzos de película
Lucía se acerca a Lorenzo, le dice que tiene que hablar con él. Lorenzo se queda anonadado mirando a Lucía, ella le dice que ha leído su libro y que desde ese momento no se lo ha podido sacar de dentro, que la ha tomado presa y que sin quererlo se ha enamorado de él. Ella teme que la tome por loca pero Lorenzo en un arrebato de locura cuerda le agarra de la mano y se la lleva. Follan por la mañana, por la tarde, por la noche, bailando, haciendo fotos, en la calle, en la cama... Este es el comienzo de una de mis historias de amor preferidas, pocas veces he visto una forma de declararse a alguien tan sincera, tan directa y tan cuerda, expresar el amor real sin quebraderos de cabeza, sin por qués, sin dudas... porque el amor es así, irracional.
Hoy he coincidido con mi amor platónico, le sigo la pista desde la distancia desde hace dos años, me lo he cruzado por la calle mil veces y he coincidido con él en varias fiestas. Y así, de golpe, como Lucía hizo con Lorenzo, se lo he confesado todo de golpe... Poco tenía que perder porque se va a vivir fuera, sólo un poco de autoestima y como últimamente no está en su mejor momento, un poco menos tampoco se nota demasiado. Él podría pensar que estoy loco o que estoy usando una forma original de intentar llevarmelo al huerto, cuando lo que me apetece es sentarme a tomar un café y escuchar su voz, mirar de cerca sus gestos y contarle mil cosas... Pero todo ha acabado con un buenas noches, sin más, como era de suponer... con la decepción que provocan las esperanzas que depositas en las cosas que ya de entrada sabes que no van a suceder pero que te niegas a aceptar. No todo tiene comienzo de película y el otoño va a ser demasiado largo.
11 octubre 2008
03 octubre 2008
Mi primer coño
Al llegar de trabajar esta mañana, he tenido que hacer tiempo para ir a pagar el alquiler al banco, me he tomado un té verde y me he fumado un par de cigarrillos mientras en las noticias anunciaban una bajada importante de las temperaturas. Llegada la hora he salido a la calle y un viento frío se me ha metido por los huesos provocándome una sensación ya conocida que me ha transportado muchos años atrás. En 1994 iba a mi ciudad una vez al mes, allí estaba mi primera novia, yo tenía 18 años y empezaba a matener relaciones sexuales. Era noviembre, empezaba a hacer frío, yo esperaba en mi casa a que todo el mundo se fuese, unos a trabajar y otros a estudiar. R cogía sus cosas de la universidad y fingía ir a clase. Sobre las 9:30 de la mañana sonaba el timbre y yo ya estaba empalmado, la simple idea de saber que en unos segundos iba a agarrar sus tetas hacía que mi polla se pusiese a mil, que la circulación de la sangre golpeara con fuerza hasta tal punto que notaba mi pulso en el glande. Ella entraba por la puerta y antes de darle tiempo a soltar sus cosas yo ya la había empotrado contra la pared y había paseado mis manos por todo su cuerpo. R era alta, algo más que yo, castaña, de piel hipersuave, de tetas grandes y blandas, con grandes pezones y un culo importante pero duro como una piedra. Mi boca mordía su cuello mientras las manos se me iban por debajo de su ropa. Recuerdo aquel día en que por primera vez descubrí su ropa interior negra, un sujetador con cierto toque de raso, suave. Ese día empotré mi pelvis en su cuerpo mientras le subía el jersey y le comía las tetas por encima del sostén. Ella estaba tan cachonda que sus pezones apretaban por debajo de la prenda como si quisieran salir disparados. Le agarre las manos y se las llevé a la polla, ella la agarraba con fuerza y con miedo a la vez, era la primera que tomaba y, aunque no tenía muy claro su funcionamiento, su naturaleza hacía el resto.
Con la mano entre sus piernas la llevé hasta mi habitación, la tumbé en la cama, le quité el pantalón y me tiré de lleno a su coño abriéndole las piernas con fuerza. Aparté hacia un lado sus bragas negras con una mano y con la otra separé sus labios húmedos. Llevé mi lengua hasta aquella puerta y empecé a lamer hasta que el clitoris salió a mi búsqueda, pequeño, redondo, sueve y tieso. Ella me apretaba con fuerza la cabeza y se retorcía como intentando escapar fingidamente. Era la primera vez que mi boca recorría esos lugares, la primera vez que mi saliva entraba en contacto con su flujo. Y disfruté sintiendo esa suavidad en mis labios y esa tensión en su cuerpo.
Me levanté de la cama, me quité los pantalones, y con el slip puesto y mojado, me subí a horcajadas hasta llegar a su boca. Ella mordisquó mi pene por fuera del calzoncillo y luego bajó la prenda, recorrió con la lengua la punta de mi sexo, yo apoyaba las manos en el cabecero de la cama con tal fuerza que parecía querer tirar el muro. Se lo introdujo en la boca y empezó a moverse a la vez que con su mano recorría su envergadura adelante y atrás.
R era una chica de fuerte tradición católica, el día que la conocí iba con su uniforme azul marino de colegio de monjas, era de misa de domingo sin saltarse una y de las que se mantienen virgen hasta llegar al matimonio. Aquel día, en el furgor de la batalla yo froté mi pene en su coño tanto como pude, intentaba meterlo, la naturaleza en estos casos funciona sola y a los 18 años la sexualidad no entiende de razón. Ella me paró y me dijo que no quería perder la virginidad, yo que era demasiado respuetuoso le respondí que la comprendía pero que yo tenía la necesidad de penetrarla. Así que me propuso metérsela por detrás, le di la vuelta, separé sus nalgas y le comí el culo, era la primera vez también, introduje un dedo y pareció gustarle, pero con la inexperiencia y la brusquedad, cuando fui a introducirle el pene, comprendí que no era el momento, así que me corrí rozándome con sus muslos y mordiendo su espalda.
Aquel día, sin darse cuenta, ella me descubrió un nuevo mundo, gracias a su mojigatería descubrí el placer anal y sin querer agradecí que no me hubiese dejado penetrarle la vagina. En principio me pareció una incoherencia pero después pensé "qué se puede esperar de una niña de colegio de monjas".
20 septiembre 2008
París, jueves 4 de septiembre de 2008
Después del cansancio incesante de ayer, de recorrer los Campos Elíseos, de mirar embobado el escaparate de Louis Vuitton, de confirmar que el parisino es el hombre más bello del mundo y que Saint Germen des Pres es el paraíso. Después de conocer a Sasha, el chico de Esther, de tomar un Cafe Creme en Saint Michel, de descansar un rato en la casa de Cuba a oscuras, de sentir el agua caliente en mis doloridas piernas, de cenar un entrecote maravilloso y sentir el frío parisino. Después de retornar solo en metro y no sentirme extraño ni asustado. Después de todo eso y de un sueño profundo, hoy me he despertado siendo parte de esta ciudad. El primer café y el primer cigarrillo de paz
En este momento me encuentro sentado al pie de la Torre Eiffel rodeado de turistas que hacen fotos. Me alegro de haber pagado los 7'80 euros que cuesta subir a la segunda planta y los 8 del Croque Monsieur y la Coca-cola light. Ver París desde esa altura es un espectáculo exclusivo para los ojos, ni fotos ni videos son capaces de reflejar la grandiosidad de esta ciudad, su maravilloso cielo, su aire frío, su señorío. Subido a la torre, solo, me siento grande y poderoso y aquí compruebo que el hombre es un ser maravilloso capaz de dar forma a un paraíso artificial sin igual. Sin duda, ésta es la ciudad más bella del mundo.
12 septiembre 2008
Paris, miércoles 3 de septiembre de 2008
Después de una mañana en la que me he sentido ajeno, extranjero, torpe, despistado, asustado. Después de un momento de no saber qué hacer, mis pies me han llevado desde Notre Dame a la Place de la Concorde. Tras observar la agresividad de las palomas parisinas y un capítulo protagonizado por unos turistas andaluces, de esos que hablan y se comportan igual estén donde estén, como si el mundo se hubiera fabricado para ellos, me he comprado un hot dog fromage y una coca cola light y me he sentado con las piernas estiradas en un banco de Le Jardin des Tuileries. Ante mi está el Obelisco de Luxor y a lo lejos la Tour Eiffel. Recuerdo que ya pisé este lugar cuando tenía 16 años y un tupé que éra la envidia de Brandon de Sensación de Vivir. De repente me asalta una sensación de tranquilidad, de familiaridad. Mientras fumo un cigarrillo y escribo estas cuatro tonterías para descansar del largo paseo y hacer tiempo, escucho a un guía turístico tremandamente excéntrico relatando no sé qué historia en inglés y me alegro de estar sentado solo, como casi siempre.
En este instante comprendo el sentimiento de esa pobre cartera americana que visita esta ciudad en "Paris, je t'aime", alegría y tristeza. Paris me quiere y yo la quiero a ella.
13 agosto 2008
NIÑOS
Madurar es acumular miedo a perder, a perder dinero, a perder afectos, a perder reputación, a perder imagen, a perder... Esa es la prudencia que hace que con los años se aparente una seguridad mentirosa muy fácil de descubrir a nada que se ponga en riesgo la perdida de algo que nos importa o, incluso, de algo que no nos importa. Porque en el fondo, aunque dejes atrás lo que ahora te estabiliza, nunca pasa nada. Y con cada pérdida nos caemos y de nuevo somos niños...