PRISON BREAK

Sigo sin conexión a internet en casa. Después de llamar dos veces hoy, he conseguido la misma respuesta de las amables señoritas, entrenadas para torear a clientes despechados por los mejores instructores de fuerzas especiales del mundo. "Le pasaremos una nota al servicio técnico para que le respondan con la mayor urgencia posible".

Mientras tanto, aprovecho que estoy en el turno de noche para poder manejar internet a mis anchas en el trabajo. Aquí todo está bastante limitado, algunas páginas, como mi correo de hotmail, están bloqueadas y las que no lo están se cargan con una velocidad que desarmaría al más paciente. Pero mi adicción me supera y puedo soportar casi cualquier cosa con tal de bucear unas horitas por esta aldea global.

El turno de noche también da mucho de si para pornerse al día en novedades audiovisuales, alguna ventaja debía tener trabajar a horas intespectivas en un medio de comunicación. Llevaba varios días oyendo hablar a mis compañeros de una nueva serie de televisión que se está emitiendo actualmente en el Canal Fox y que a partir del 21 de septiembre se emitirá por La Sexta. Prison Break, de cuyo argumento no desvelaré nada para no joder al personal que esté interesado en verla. Teniendo en cuenta mi nivel de adicción a las series de televisión, en un principio me negué a visionar ninguno de los capítulos de esta novedad pero anoche el aburrimiento me embargó y he de decir que en dos días me he tragado 8 capítulos de 43 minutos cada uno. No tengo nada más que elogios para ella, tiene un ritmo trepidante, con unos guiones que se crecen a medida que avanza la trama, con golpes de efecto que sorprenden al más listillo, con unos actores de solvencia innegable, con un protagonista, Wentworth Miller, guapo, guapo, guapo y lo mejor de todo, es de esos productos que te dejan con ganas de más con el final de cada capítulo. Una recomendación más que firme.

Yo mañana seguiré llamando a los señores Wanadoo, pero mucho me temo que aunque saque a la Moranca a relucir este problema va para largo, ¡qué paciencia hay que tener dios mio!