EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE

Esta semana ha sido peculiar. Tras el incidente con la cafetera, al día siguiente me dispuse a realizar la prometida limpieza en profundidad de la cocina. No fue tan a fondo como quería porque el tiempo apremiaba pero he de comunicaros, sobre todo a los incrédulos, que estuve 6 horas frota que te frota inhalando KH7 y sudando como nunca había sudado en mi vida. Saqué mierda de los sitios más recónditos y eliminé grasa con toda la destreza posible (es la historia de nunca acabar, cuando uno cree que la ha erradicado vuelve a parecer de nuevo), aunque he de confesar que, como los techos de mi casa son muy altos y no llegaba bien hasta el final de la pared, se ha quedado en la susodicha una marquita en forma de arco que fue el límite al que mis cortitos brazos pudieron alcanzar, cómo echo de menos a veces 5 centímetros más de estatura.

Tras bajar una bolsa gigantesca de basura, disfrutar como un enano de Supermodelo 2006, mi nuevo programa de cabecera, y chatear con algún ciberamigo, aparecieron en mi dulce hogar, con olor a KH7, Miriam y Rafafe que hacían escala en Madrid tras su estupendo viaje a Milán antes de regresar a Córdoba. Rafafe estaba un poco cortado, aunque él negará esto rotundamente cuando lo lea, y Miriam tenía una luz especial en los ojos tras ver a su hermanito y disfrutar de su primer viaje en avión. A la mañana siguiente se dio el inevitable visionado de fotos, es algo que normalmente odio pero que en este caso no se me hizo demasiado cansino, y la despedida.

Esa misma tarde empecé mi primer día del turno y ayer me tocaba de mañana. Odio la mala gestión organizativa de mi departamento por culpa de la ineficacia de mi jefe. Mi supervisora vino con una sonrisa en la boca a darme lo que ella denominó “una mala noticia”. El compañero de noche había sufrido la pérdida de un familiar y había que cubrirle. Como no encontraban a nadie para ocupar tan insigne puesto, se les había ocurrido la genial idea de que lo cubriésemos entre mi compañera del turno de tarde y yo, alargando nuestras jornadas de 8 a 12 horas, lo que suponía que yo debía entrar a currar a las 3 de la mañana y salir a las 3 de la tarde. Es algo que va contra el convenio, al que yo me acogí directamente tras negarme a realizar tamaño esfuerzo por un departamento que no da tregua a sus trabajadores, que los usa como marionetas y que opina que la vida personal de uno es una cuartilla en blanco en la que ellos pueden plasmar tachones cada vez que les de la gana.

Tras un atasco de dos horas llegué a casa y terminé un libro que os recomiendo firmemente “El Curioso Incidente del Perro a Medianoche”. Un muchacho con una inteligencia portentosa pero incapaz ubicarse a nivel social y emocional en el mundo, decide escribir un libro para relatar sus pesquisas sobre el asesinato del perro de su vecina. Esto le llevará por caminos que le descubrirán secretos de su propia familia. Hacía mucho tiempo que no descubría en un libro un personaje tan interesante, tan divertido y a la vez tan peculiar.

Con el regusto de haber terminado de leer uno de esos libros que merecen la pena, me enfrasqué es una estupenda siesta de 6 horas de la que me desperté como una rosa que se volvió a dormir a las 3 de la mañana y que ahora intenta pasar su tiempo como mejor se le ocurre en su lugar de trabajo. Por cierto, son las 10:24 de la mañana.