LA VENTANILLA

Para hacer el ridículo no hace falta la presencia de otro que te vea cometer el acto absurdo, con que tú estes presente en ese momento y tengas cierta capacidad crítica sobre ti mismo es suficiente.

Los hechos que relataré a continuación tuvieron lugar el domingo sobre las 15:35. Porque a veces tengo cierta capacidad de pudor, al principio no tuve intención de prublicarlo, pero como soy de boca grande y verbo fácil no he encontrado otro motivo lo suficientemente fuerte que me lo impida.

Era mi tercera jornada del turno de mañana. En estos días el sueño hace mella en mi de una forma catastrófica, duermo unas 4 horas diarias de media y las consecuencias de esto sobre mi cerebro se van haciendo patentes en el trascurso de los días. Tras salir de trabajar, llegué a Madrid, a mi barrio y me dispuse a buscar aparcamiento. Ya es difícil normalmente pero con la inmensa cantidad de obras que estos días me rodean lo es mucho más. Di varias vueltas por el circuito habitual cuando, de repente, intuí al final de la calle a un par de muchachos que estaban apuntalando una baca en un coche. Raudo y veloz me personé allí. Tardaron unos 8 minutos en salir de su sitio y yo estaba formando la pertinente cola tras de mi pero tal y como está el patio no pensaba moverme hasta conseguir aparcar. El lugar en el que se encontraba la plaza era de estos que tienen bolardos en un lado (que en los principios me jodían el coche como en el anuncio ese de seguros que todos conocemos). Mi destreza después de 3 años aparcando por la zona es prácticamente magistral, así que introduje mi auto en una sóla maniobra con la consecuente satisfacción que eso me provoca y el alivio de los que estaban esperándome para poder continuar su camino.

Los bolardos quedaban en el lado del piloto. En estos casos lo normal es bajar la ventanilla para comprobar si alguno de ellos te queda justo en la puerta, porque de ser así lo recomendable es salir por la puerta del copiloto. Y eso fue lo que hice, bajé la ventanilla, saqué la cabeza para mirar y me alegré de que no hubiese ningún obstáculo para mi salida. Pero tonto de mi, mis capacidades motoras no estaban bien engrasadas y, antes de volver a meter mi cocorota dentro, accioné el sistema de subida de la ventanilla con lo que me quedé con la cabeza atrapada causándome un daño considerable en la nuca y desgarrándome parte del labio, que con la presión me había mordido con los dientes. Reaccioné e introduje de nuevo la cabeza en el coche. Estuve unos segundos relajándome porque el susto no había sido pequeño. En esos momentos vi por el retrovisor a 3 niños de unos 6 años que estaban mirándome embobados como dicendo qué coño hace ese. Y con un dolor de labio considerable partí para mi hogar con la firme promesa de no contarle a nadie lo sucedido por lo ridícula de la situación. Promesa que evidentemente no he cumplido.

*Nota: La imagen superior es un retrato robot del estado de mi labio justo después de salir del coche. No era tan exagerado pero os podreis hacer una idea a través del mismo.