YO TAMBIÉN TENGO UN EX

Ayer por la tarde Isa decidió sacarme de mi refugio y llevarme a tomar algo. Fuimos a un bar muy mono que han abierto cerca de mi casa y empezamos a repasar la semana. A mi no me han pasado muchas cosas, es lo que tiene mi horario de trabajo en estos días. Así que empezamos a comentar temas varios como qué íbamos a hacer en vacaciones, cómo le van las cosas a Eli con su novia (a la que por cierto aún no conocemos, a ver si te das por enterado), a qué se dedica Esther después de haber dejado su trabajo y a la celebración conjunta de nuestros cumpleaños. Y en este último tema surgió esa figura que parece que voy a llevar prendada como una sombra el resto de mi vida, Diego, mi ex. Esto no me da para un blog como el de mi admirado J'adore, pero sí para un post.

¿Conoceis a ese tipo de personas que tienen una idea muy concreta de cómo ha de ser la vida, nos miden a todos por ese rasero, nos juzgan si no seguimos los pasos que ellos creen que hemos de seguir para andar por la senda correcta, se esmeran por aparentar que ellos son así pero en el fondo no lo son porque todo es pura apariencia? Pues así es él.

Diego es muy guapo, es el yerno perfecto, una especie de Gregory Peck salido de un colegio de curas. Vivimos una relación descompensada, yo daba y él recibía. Yo intentaba adaptarme, con verdaderos esfuerzos, a su forma de entender las cosas y él se dedicaba a exigir cada vez más. Yo era el amante y él el amado. Yo estaba enamorado hasta el fondo de él y él enamorado del concepto de vida de pin y pon, con adosado y comida familiar los domingos que su madre le inculcó. Un concepto que se saltaba a la torera cada vez que le daba la gana y que a mi me imponía a toda costa.

No me quiero hacer la víctima, yo pude haber terminado antes y si continúe con él fue porque quise, nadie me puso una soga al cuello, y porque estaba muy enamorado.

Es muy duro admitir que la persona que ha estado a tu lado 5 años de tu vida y 2 de convivencia nunca estuvo enamorado de ti, que lo que realmente quería era una pareja estable para materializar sus sueños de mundo perfecto y no sentirse tan inseguro como se siente. Para eso le valía cualquiera, en este caso me tocó a mi. Necesité irme al otro lado del charco durante 20 días para encontrarme a mi mismo y darme cuenta de que yo no iba a ser lo que él buscaba, así que decidí romper la relación. Diego lo aceptó y al mes y medio ya tenía otro novio, con el que hace poco se ha ido a vivir, esto confirmó lo que siempre había sabido en el fondo pero nunca quise reconocer.

Como tiene que aparentar que sabe hacer las cosas, aunque no tiene ni puta idea, pretendió que siguiesemos siendo amigos. Yo lo acepté por mi y por el bien de nuestros amigos comunes, que eran casi todos.

Los problemas surgieron cuando yo empecé a vivir mi vida, cuando perdí los miedos y me arriegué a la sexualidad pura y dura, sin compromisos, a veces sin ni siquiera mirar la cara del contrario, sin saber su nombre. Comencé a ser feliz porque empecé a sentirme libre, dueño de mis actos y de mi cuerpo, el lastre que durante esos años me había pesado, el complejo de culpa, la sensación de no hacer nunca bien las cosas se transformó en un brote se seguridad en mi mismo y de autoafirmación. Algo que él no pudo llevar demasiado bien. Ahí fue cuando empezaron a llegar esos comentarios despectivos, a mostrarme la "felicidad" que tenía con su nuevo chico, los aires paternales de quien se cree en posesión de la verdad y te mira con desdén por encima del hombro cuando tú no sigues su dictamen. Frases del tipo "Juan, tú vales mucho, así que no te lies con frikis", salían continuamente por su boquita de piñón (para friki su novio, he de decir y yo me callé mi opinión sobre él por respeto). He de mencionar que cada vez que salía sin su novio conmigo y con las niñas, se le iban los ojos detrás de todos los pantalones que se le cruzaban por delante.

La gota que colmó el vaso fue una llamada de teléfono que yo le hice un día para ver cómo le iban las cosas. Por aquellos tiempos yo había conocido a un chico con el que me estaba ilusionando, así que cuando me preguntó cómo estaba yo se lo conté como el que se lo cuenta a un amigo. Y en ese momento fue cuando me soltó esa frase lapidaria que ya he mencionado en otro post "Juan, tu rollo ya aburre" a lo que yo respondí "Diego, es tu rollo de parejita feliz sí que aburre", él me contestó "Si te hubieses conocido a ti mismo hace unos años te habrías caído fatal" y yo le dije "si me hubiese conocido a mi mismo hace unos años me hubiese admirado porque ahora soy lo que antes quería ser y no me atrevía". Una despedida fugaz, educada y seca y un juramento por mi parte de no volverle a llamar por teléfono.

Pues bien, de eso han pasado 6 meses, no he vuelto a tener noticias suyas de forma directa. Sé de su vida por nuestros amigos. Y ayer Isa me comentó que Diego pensaba llamarme porque se acerca mi cumpleaños y quedaría muy mal que me llamase expresamente para felicitarme. Lo que él no sabe es que si no me felicita a mi me suda la polla.

Isa y yo vamos a celebrar nuestros cumpleaños juntos, yo no tenía pensado invitar a Diego pero comprendo que ella lo quiera invitar. Aunque estoy muy contento con mi niño judío, sé que él va a venir con sus rollos marujiles y su pedestal a cuestas y no quiero aguantar eso. Con mi ex, tienes dos opciones o contestar y ser automáticamente el malo de la película o callarte y tragar. Así que me planteé celebrar mi cumpleaños por mi cuenta. Pero por otra parte me parece que eso sería hacerle un feo a mi amiga, quiero celebrar con ella que los dos entramos en la treintena más guapos que nunca. Ricardo me ha dicho que él quiere que Diego esté presente, que él quiere vivir esa situación.

Y en esta disyuntiva me encuentro. No sé que hacer, estoy hecho un lío y me queda a penas un mes para tomar la decisión. Cómo diría Escarlata, mañana será otro día, pero es que mañana se me echa encima y tengo que hacer las invitaciones para la fiesta. ¿Alguna sugerencia?