UN FURTIVO EN MI MENTE

A veces está ahí, lo veo desde lejos y me señala con el dedo. Quiero atraparlo para poder desenmarañarlo pero es hábil y se mueve rápido, cambia de lugar y yo soy miope y cada vez más lento, me cuesta seguirlo. Me confunde, me aturde, da vueltas por mi cabeza en bicicleta dejando marcas circulares en el suelo de mi cerebro. Intento seguir esas lineas en el barro, seguir su rastro. De repente comprendo que intenta esquivarme, las líneas se cruzan una y mil veces, todo se vuelve más confuso. A veces tengo un pesamiento complejo, sé que está mirandome desde lejos, sé que puedo llegar a una conclusión, sé que todo depende de mi capacidad de concentración pero ese no es uno de mis fuertes precisamente. En un momento determinado consigo meterlo en la jaula, lo tengo contra las cuerdas, con la lámpara de detective apuntando directamente a sus ojos en una habitación a oscuras cargada de humo de cigarrillos y cuando le formulo la primera pregunta la realidad se me hace patente, recuerdo que he olvidado pagar el recibo de la luz y el muy travieso vuelve a escapar por los vericuetos de mi mente dejando señales de despiste en su rastro. A veces la búsqueda es tan pesada que me aburre, así que dejo que siga vagando por ahí hasta tener las fuerzas suficientes para volver a la caza, hasta que se haga por si solo tan grande que el juego del escondite no le sea posible o tan pequeño que su presencia e insignificancia no me sea molesta ni interesante.

A veces no quiero pensar.