Hoy he tenido mi primera clase de patinaje sobre hielo. Como ya comenté en mi anterior texto, hoy es mi último día del turno de mañana. Me he levantado algo más tarde que de costumbre y he seguido mis rutinas habituales que, como comprenderán ustedes, a esas horas están completamente mecanizadas. Cuando salgo a la calle veo el suelo mojado y noto unas ligeras gotitas de agua que caen como sin peso, "menos mal", me digo, " hoy por lo menos no nieva". Muy felices me las prometía yo. Después de tener que aguantar estoicamente a los que salían de Kapital con un pedo sin igual y chupar su tranquilidad de borrachuzos al mando del volante,

me sumerjo con mi caballo azul polar en la inhóspita M30. Y cual ha sido mi sorpresa cuando de repente he descubierto que poco a poco la calzada estaba cubierta de una fina capa blanca que poco a poco iba ocupando todo el carril izquierdo, por el que yo suelo circular, soy animal de costumbres para estas cosas. Noto como el caballito empieza a ir más ligero de lo habitual y me digo "mejor me cambio al carril del centro que esto tiene mala pinta". Coño si tenía mala pinta, la nieve se iba espesando a cada kilometro que recorría. "Madre mía, que yo voy dirección norte, esto va de mal en peor". Cuando entro en la carretera de Burgos veo a lo lejos esas luces parpadeantes que indican que los demás caballos se han parado y que debo reducir mi velocidad. Yo soy un niño sureño, así que no estoy acostumbrado a galopar en estas condiciones. Torpe de mi, me da por pisar el freno, el caballo se me desboca y sus pezuñas empiezan a patinar. Cuando ya estoy convencido de que mi caballo le va a dar un besito en el culo al de delante, un milagro, al final

voy a tener que empezar a creer en dios, hace que todo este percance me ocurra cerca del primer desvío a la carretera de Colmenar, volantazo y suspiro con un goterón de sudor a lo Shin-Chan al ver que me he metido por el caminito correcto como un campeón. Pero lo chungo no ha hecho nada más que empezar, la carretera está totalmente nevada, unos 10 cm de nieve y un solo carril utilizable, bueno realmente dos surcos de ruedas de coches que habían pasado antes que yo, le doy gracias a los astros por ello. Yo esto sólo lo había visto en películas. Nunca había imaginado el ruido tan desagradable que hace el coche cuando aplasta la nieve, ni lo difícil de cirdular en esas condiciones. Sin poder pasar de 50 km por hora llego a la entrada a Tres cantos. Y si lo anterior había sido duro, lo que se avecinaba lo era aún más. El espesor era monumental, no había diferencia entre acera y calzada, menos mal que por ahora la intuición no me falla porque si no hubiese sido hostia segura. Aparcar toda una odisea. El parking de mi acogedor lugar de trabajo, donde me gusta pasar algunos domingos por la mañanita, cerrado, así que metete en la espesura de la nieve, sin maniobrar por supuesto, y que sea lo que dios quiera. Veo la cara de miedo y alivio de una compañera al bajar del coche justo delante de mi.
Al final no he llegado tan tarde, sólo 20 minutitos. La anécdota nos ha dado un buen rato de cháchara y de risas por los pasillos, sobre todo al ver las caritas de los pobres que terminaban el turno de noche que no sabían como narices ir a sus lindas camitas. Cuando me he puesto a trabajar había pasado ya una hora. Quién me iba a decir a mi que al final el patinaje sobre hielo no se me iba a dar tan mal, yo que hasta ahora le he dado tantas largas.
2 Comments:
ya te he puesto un link, además me parece que somos medio paisanos
parece que tenemos el paso cambiado
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