EL MIEDO A LAS PALABRAS

A mi amiga Esther la operaron el viernes de una de esas cosas incómodas que se sitúan en sitios incómodos. Así que como no puede salir, ayer me planté en su casa cargado con revistas, un huevo kinder y una bolsa de gominolas. Como el salón estaba ocupado por su compañera de piso que el mismo viernes se hizo un esguince, hay gente que es incapaz de soportar la pérdida de protagonismo (cosas de actrices), nos atrincheramos en su dormitorio bajo la luz tenue de una lamparita y con Amaral de fondo por petición mía.
Después de las típicas preguntas, de ver como había evolucionado lo suyo y de contarle las pocas cosillas que tenía que contarle sobre mi vida, comenzamos a hablar de lo que más nos gusta desde que somos fans de Sex in the City, las relaciones, mientras devorábamos con ansiedad las gominolas, unas fresitas de plástico monísimas. Como lo más fácil es hablar de otro, apareció el nombre de Isa de por medio y nos convertimos en analistas de su situación, de sus miedos al compromiso, de sus dudas. Yo, le comenté a Esther que creía que al judiito le pasaba lo mismo que a Isa y empezamos a analizarlo a él. Que si su juventud, que si la distancia, que si de repente esto que está comenzando entre nosotros se le puede quedar grande… Esther está sorprendida de lo fácil que me resulta decir determinadas cosas como llamar novio al judiito, o decir que estoy enamorado cuando hace a penas un mes que le conozco. Es normal, ya he pasado por tres relaciones y ya sé de que va esto. Ella tiene un novio desde hace unos meses, Rodrigo, una relación que aunque ella a veces lo duda, avanza por los cauces normales. Es un niño muy salao, yo les deparo un buen futuro como mínimo a corto plazo. Pero le cuesta expresarlo, así que alucina con mi facilidad para comunicar mis sentimientos y por la claridad con que veo las cosas.Y ahí, de repente comprendí por que esa película de Medem me llega tan adentro. Soy como Lucía, expresivo, sin miedo a llamar a las cosas por su nombre, sin miedo a las palabras ni a sus consecuencias.
En este sentido se podría decir que hay dos tipos de personas, los que hablan y los que callan, los expresivos y los inexpresivos. Los unos aturden a los otros, los otros causan impotencia a los unos. Sin embargo, esta dualidad, que evidentemente no es tan marcada y que en cada persona se manifiesta en mayor o menor medida en función de los aspectos a tratar, parece estar destinada a unirnos. Un nuevo misterio que nos ata, de nuevo un ying y un yang. Porque, o yo tengo muy mala suerte, o hasta el momento sólo he dado con ejemplares del grupo B en estas cosas de los amoríos, y los del grupo A existen, que los he visto.
Existe una escena en la película en la que Lucía, harta de la inexpresividad y el mutismo de Lorenzo, se pone muy nerviosa y le acusa de no poder ayudarle porque no se expresa. Lorenzo está bloqueado, las palabras no le salen del cuerpo, no es que no sepa qué decir sino que está tan asustado que ni siquiera se le pasa por la mente la posibilidad de hablar. Yo en más de una ocasión he sufrido ataques de impotencia como los de Lucía, en los que la otra persona se deja dominar por el miedo a las consecuencias que puedan tener sus palabras. Mi corta experienca vital como persona que lo casca todo es que es un miedo de lo más estúpido. Nunca pasa nada y nunca llega la sangre al río. Porque como dice el refrán las palabras se las lleva el viento.
4 Comments:
y?
por cierto, lo he ampliado, no sé si te has dado cuenta
Pues yo soy una A que siempre se enamora de Bes. Pero así quizás es más bonito, más complementario, más erótico, más arriesgado, más dificil, más vital. Es una lucha por acercarse
Yo soy como Lucía porque ... me alucinó como persiguió a Lorenzo. Es que era igual que lo que hice yo. Y ya al principio me colgué con la película. Pero la que más me gustó de Menen fue Tierra. Ese Carmelo Gómez que está increíble
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