10 febrero 2006

EL DÍA QUE MURIÓ MARILYN






Y entonces los miré a todos, observé sus renuncias, sus pequeños, miserables pecados, acurrucados bajo el último refugio de su moral ruin. Y supe, ya definitivamente, cómo envidiaba su hipocresía, su posibilidad de ser felices, esa tranquilidad de los canallas que yo nunca conoceré.


Terenci Moix