EL MISTERIOSO CASO DE LA LOCA DE LAS PALOMAS O EL ASESINO DESESPERADO

Esto que ven ustedes es la escena de un crimen en potencia. Lo que se relata a continuación es un caso que se lleva sucediendo desde hace algo más de un año y que es fruto de la desesperación de una persona que llevada por un ataque de nervios hoy ha tomado esta instantanea para hacer patente su drama y que mañana puede acabar en homicidio con atenuante de enajenación mental transitoria.

Lo que se ve en la fotografía es la calle de nuestro protagonista, llamémosle J. Abajo se ven a unas tiernas palomitas comiendo y lo que se ve en primer término no es otra cosa que el balcón de J plagado de cagadas de dichos bichos voladores.

El testimonio de J es el siguiente:

"Desde hace un año aproximadamente, todos los días, con la única excepción de aquellos en que llueve, una señora de unos 55 años de edad, echa de comer a las palomas al pie de mi balcón. Al pricipio lo hacía un poco más arriba pero como los vecinos empezaron a increparla cambió su lugar habitual por 3 metros más abajo donde termina mi edificio y empieza un solar. Luego empezó a modificar la hora de la comida para que nadie pudiese pillarla. La consecuencia es que ya no puedo más, desde las 14:00 hasta las 17:30 aproximadamente se forma un enjambre de palomas en la calle insoportable por su aleteo, por su sonido, por las cagadas y porque de toda la vida del señor he odiado a esos bichos del diablo.

He observado a la señora varias veces, es de apariencia normal, nadie pensaría que está loca porque muy normal no debe estar cuando viene todos los días a darle de comer a sus animalitos, que digo yo que si no tendrá cosas más importantes que hacer, pues no debe tenerlas. Siempre llega por el mismo lado de la calle con su bolsa de plástico. Se acerca al punto estratégico. Las palomas ya la conocen y llevan esperando desde hace un buen rato, están formadas en las barandillas de los balcones y en las cornisas a la espera de su suculento manjar como en aquella película de Hitchcock, Los Pájaros. Cuando la ven venir empiezan a revolotear nerviosas, desquiciantes, la ansiedad las corroe. La señora loca mira arriba y abajo asegurándose de que nadie la ve, abre su bolsa y despliega en una fina línea, como si de un comedero se tratase, los granos de trigo (que no mendrugos de pan, este es un dato que hace más patente su locura). Los bichos se tiran como locos a devorar, se pisan, se empujan, como si no hubiesen comido en su vida cuando probablemente comen más y mejor que muchos de los vagabundos que pululan por la zona.

Ya he intentado de todo, desde hablar cordialmente con la señora, insultarla, amenazarla con denunciarla, tirar cubos de agua con lejía pero nada da resultado y me temo que sólo me queda una salida. O mato a la señora o cometo un genocidio de palomas a base de matarratas. La segunda opción en un principio podría parecer más razonable pero son muchos seres los que morirían y sabiendo de la naturaleza estúpida de esos bichitos aleteantes es posible que tuviese que estar varios días echando el veneno en su comida, por otra parte, es un peligro para otros animales o incluso algún niño inocente que transite por la zona. Así que ya les aviso, mis nervios no pueden más, no me merece la pena limpiar el balcón porque al día siguiente ya está plagado de cagadas otra vez. Voy a cometer un crimen, el que avisa no es traidor. Esto ya es algo personal. Es ella o yo."

Es el testimonio de un hombre desesperado al borde del asesinato. Esperemos que J no cometa su amenaza. Seguiremos informando.