QUÉ RARO SOY, NO VOY AL PSICÓLOGO

Estas navidades hablando con mi amigo Roberto nos dimos cuenta de que estamos rodeados de personas que están en tratamiento psicológico. No puedo evitar preguntarme ¿esto es normal?, ¿acaso el raro soy yo por no acudir a ningún especialista? o ¿los raros son los demás por no asumir que no son raros?
Sea lo que sea, algo está pasando. Montones de personas jóvenes, atractivas, con solvencia económica, inteligentes y con todos sus dientes van camino de las sesiones de un señor de cuyo trabajo yo particularmente no me fio.
Sé que habrá más de uno que cuando lea esto se llevará las manos a la cabeza pero como un día me dijo mi amiga Reina, yo creo que los psicólogos son los curas o los barmans del siglo XXI. No les otorgo más poder que ese.
Me pregunto por qué cuando nuestros abuelos o nuestros padres tenían nuestra edad no tenían esa necesidad de acudir a que alguien les descifrase sus pensamientos. Nuestros progenitores pasaron por mil penurias. Mi abuela, sirva como ejemplo, pasó por una Guerra Civil que incluía un viaje hacia Valencia con una hermana parapléjica en una tabla en el que la familia se fue separando y una postguerra que incluía, a parte de la falta de recursos económicos, el descubrir que un señor militar muy digno se había apropiado de las posesiones de su familia, que su hermano había perdido una pierna en el frente y que su padre incapaz de soportar todo esto había decidido suicidarse. Pues bien, la señora Juana, que es como se llama mi abuela, lo cuenta todo con una sonrisa en la boca, como si de una película se tratase. Persona fuerte donde las haya.
Sin embargo bastantes de mis amigos están yendo a que un señor por una bonita cantidad de dinero les trate, por no hablar del consecuente chute de pastillas aletargantes o excitantes.
Mi opinión, que como siempre digo y que quede claro, es mi opinión y además es muy humilde, es que en estos tiempos en que tenemos de todo, en que estamos hipercomunicados, pensamos demasiado en nuestro propio ombligo, y claro está, cuando uno piensa mucho en sí mismo, acaba por encontrarse problemas que le llevan a una crisis.
Una de estas amigas, cuyo nombre por respeto no voy a mencionar, me dijo un día "voy al médico de cabecera para que me de unas pastillas", según ella desde que la estaban tratando no tenía una sensación de angustia que la acompañaba desde hacía tiempo. Esa ansiedad estaba causada porque no entendía el sentido de la vida pero ¿las pastillas le ayudan a entender el sentido de la vida o simplemente hacen que no piense en tantas chorradas? porque NADIE sabe el sentido de la vida, y que quereis que os diga a mi me la suda cual sea, sólo espero vivir el máximo tiempo posible sin sucumbir al vicio del psicólogo. Aunque me parece que yo tampoco estoy libre de tan suculenta tentación.
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