IN THE WATER

Debía tener 21 años. Tenía una novia que se llamaba Blanca. Era una chica mona, pelirroja de larga melena rizada y boca de fresa. Una niña bien que se había criado en un ambiente hippie, entre porros y arte en Salamanca. Había sido mi compañera en la residencia y al año siguiente cuando se mudó a un piso compartido empezamos a salir. Ella iba de moderna y como yo aún era virgen vi una forma fácil de quitarme aquel lastre que me pesaba tanto. Tras el primer polvo, me enganchó por el cuello y me dijo "yo quiero que esto sea algo serio" y como yo nunca supe decir que no, contesté "vale". Blanca no era muy lista en lo que al mundo intelectual se refiere pero tenía la inteligencia de lo terrenal, sabía lo que tenía que hacer para salirse con la suya. Y ahí empezó una relación en la que yo nunca estuve enamorado pero que me sirvió para desfogar mis 20 años de ausencia sexual.

Un día fuimos al cine a ver Más que amor frenesí. Cuando vi la escena de la ducha, casi al principio de la película, asimilé por fin, algo que había sospechado desde siempre, que me gustaban los hombres, más que nada porque la erección que tenía en los pantalones no se bajó hasta que al llegar a casa de Blanca echamos un polvo en la bañera, reproduciendo el momento waterwolrd que mis ojos habían observado sin parpadear. Tras secarnos nos metimos en la cama y sentí la necesidad de sincerarme con mi novia aprovechando que iba de abierta de miras y que sabía a ciencia cierta que no iba a reaccionar mal. Con la esperanza de que me comprendiera y me dejara marchar con una palmada en la espalda le dije:

LALLAMADA: Blanca, tengo que decirte una cosa.

BLANCA: ¿Qué?

LALLAMADA: Pues creo que tengo que ser sincero contigo y decirte una cosa.

BLANCA: No me asustes, ¿qué pasa?

LALLAMADA: Pues que me gustan las chicas, pero que también me gustan los chicos.

BLANCA: Ah, ¿es eso? No pasa nada, a mi me da igual mientras que estés conmigo.

Y me quedé con cara de gilipollas, no sólo lo había comprendido sino que le sudaba el coño. Así que me tuve que aguantar hasta que terminó el curso. Seguí con ella fantaseando con todos los chicos que se me cruzaban por delante. Pero en junio no pude más y una buena mañana la dejé. La semana siguiente fue horrible, mi sentimiento de culpabilidad hizo que aguantara situaciones que jamás creí que aguantaría. Blanca me sometía a un chantaje emocional sin parangón. Con la excusa de que no quería estar sola en casa se quedaba todas las noches a dormir en mi habitación, en mi cama, junto a mi y no era capaz de decirle que no. Mi compañero de habitación, Roberto, fue todo lo paciente que pudo, hasta que un día, haciéndome un gran favor, le dijo muy serio "hoy te vas a dormir a tu puta casa, que ya está bien del numerito lacrimógeno". Aquellas palabras fueron mano de santo, porque no sólo la que ya era mi ex novia dejó de someterme con su presión psicológica, sino que cambió de actitud y se convirtió en una amiga con la que durante dos años Roberto y yo compartimos piso. Quién me iba a decir a mi, que a partir de ese junio esperaba follar como un loco con todo chico que se me pusiera por delante, que no iba a echar un polvo hasta 2 años después, cuando conocí a Diego, que repitió aquella frase después de corrernos "yo quiero que esto sea algo serio" y como yo nunca supe decir que no, contesté "vale".